SE VA SIEMPRE MUY LEJOS
El ómnibus se escurre y el clima de
la ruta
cambia el sol y la luna por mi
sangre y mi aliento,
entrega sus lugares fanáticos,
entre montañas, entre bananeros
–sólo un momento para devorar un
sandwich–
viajamos juntos hacia el mar:
ya todo está listo para el funeral
del recuerdo.
Hay una casa magra, con ardientes
mosquitos,
bendita por las bodas del deseo y la
lluvia.
Entre los vivos y los muertos
por la ventana se ve el pequeño
muelle,
mujeres con canastos de corvinas,
a la siesta a ella le gusta dormir
en el suelo, sobre una estera:
ya todo está listo para el funeral
del recuerdo.
Hay un campo que brilla
y el niño que yo fui con el pasto y
la tierra
vuela con lentos círculos en el
cuarto de planchar
donde indolentemente la joven
mestiza entreabre su bata
y el sudoroso resplandor de su carne
se alzó hasta mi alma como un
pájaro húmedo.
No niegues ahora una plegaria a esa
sierva lasciva
que hizo de ti una criatura deforme
con una llama en la boca:
ya todo está listo para el funeral
del recuerdo.
Y ahora, amor mío,
a ciegas por el largo camino de tu
cuerpo,
tanta vida desdobla sus vertientes
ambiguas,
quizás ternura, quizás terror:
ya todo está listo para el funeral
del recuerdo.
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